También habría especies invasoras sin cambio climático

¿Tendríamos mosca negra en Zaragoza si no se hubiese construido el azud en el río Ebro entre los barrios de Las Fuentes y Vadorrey? (Foto: http://drosam-misexperiencias.blogspot.com.es)
Cuando hablamos de especies invasoras, es muy socorrido echarle la culpa al cambio climático... olvidando algo que es fundamental: la mayor parte de estas especies son invasoras por una intervención directa del hombre, no porque cambie el clima. Quizás el cambio climático hace que algunas de ellas que son trasladadas accidentalmente o, mejor dicho, negligentemente de un lugar a otro en un avión, un barco u otro vehículo de cualquier tipo sean capaces de sobrevivir y asentarse en zonas donde hace tan solo 20 años hubiesen muerto por las bajas temperaturas. Pero somos nosotros, las personas, los que las convertimos en bombas atómicas ecológicas.
En las últimas semanas han aparecido en los medios de comunicación aragoneses numerosas noticias acerca de la avispa asiática (Vespa velutina), originaria de China, norte de India e Indonesia, que llegó al puerto francés de Burdeos en 2004 de forma accidental (insisto en calificarla mejor como "negligente") en un contenedor a bordo de un barco. Desde entonces se ha extendido por el sur de Francia y ha alcanzado Euskadi y Navarra, y empieza a penetrar ahora en Aragón devorando a nuestras abejas (clic aquí). No es más peligrosa para el hombre que la avispa autóctona, pero es capaz de aniquilar colmenas enteras.
Otro ejemplo bien reciente es el de la cucaracha Supella longipalpa, africana ella, que tampoco se sabe muy bien cómo ha llegado a España y que parece haber establecido colonias estables en Madrid y Barcelona (clic aquí). ¿Fue en un ferry, un vehículo particular, la bodega de un avión? El caso es que ha cruzado el Mediterráneo y ya la tenemos entre nosotros... Veremos qué es capaz de hacer a la fauna y flora autóctonas.
En Aragón conocemos algunos dolorosos ejemplos de especies invasoras que han llegado hasta aquí sin que el cambio climático haya tenido ninguna influencia: el mejillón cebra (Dreissena polymorpha) que vino desde el Danubio en el casco de la barca de algún pescador alemán; quizás el mismo pescador que soltó los primero siluros (Silurus glanis) en el embalse de Mequinenza; las cotorras, que están acabando con los gorriones comunes porque les han robado su nicho ecológico (éstas salieron de las jaulas de propietarios irresponsables y han conseguido adaptarse perfectamente a nuestro clima a pesar de ser de origen tropical); el cangrejo americano (Procambarus clarkii), que se ha cargado al autóctono y que también fue traído del otro lado del Atlántico de forma intencionada y, otra vez, negligente...
Y de entre todas estas especies que han llegado a Aragón, una que es "dolorosa" de verdad es la mosca negra: un insecto simúlido (clic aquí) que hasta 2011 no conocíamos en Zaragoza y ahora se ha convertido en una plaga que nos impide dar una "vueltecica" por las riberas del Ebro o del Huerva a su paso por mi ciudad en cuanto llega el buen tiempo. En la foto que encabeza este post se la ve en plena "faena".
Fue precisamente una noticia sobre la mosca negra la que me dio la idea de escribir este post: una reunión celebrada a primeros de febrero en Zaragoza para diseñar la estrategia de control que se pondrá en marcha este año, copiando la que ya se está utilizando en la vecina Cataluña. Y vuelvo ahora a lo que he comentado al principio: ¿podemos echar la culpa al cambio climático de que al mosca negra haya proliferado en Zaragoza? Yo digo que NO. Aquí el problema ha sido una construcción que ha hecho que las aguas del Ebro y del Huerva se estanquen en invierno y en verano y hayan formado un ecosistema ideal para que proliferen los simúlidos (y el mejillón cebra, de paso, por la falta de corriente). Sin el azud que se construyó para hacer navegable el Ebro a su paso por mi ciudad durante la Expo 2008, el río seguiría siendo típicamente mediterráneo, con gran caudal y fuerte corriente en otoño, invierno y primavera y un marcado estiaje en verano. No habría posibilidad de que la mosca negra se estableciese. El Huerva, que va a desembocar unos pocos cientos de metros aguas arriba de azud, ha sufrido los "daños colaterales". Ahora, cinco años después, el problema tiene muy difícil solución: fumigar elimina a los insectos dañinos y a los que no lo son y puede ser perjudicial también para las personas (no olvidemos que se trata de una zona urbana densamente poblada) y, claro, dinamitar el azud y hacer que el Ebro y el Huerva volviesen a ser ríos normales también resultaría un poco drástico...
Estoy seguro de que en este caso, como en todos los demás que he citado, ha sido la actividad humana irresponsable y negligente, que ha convertido un río en una charca con un fin espurio en el lugar menos adecuado sin tener para nada en cuenta las posibles consecuencias, la que ha producido otro pequeño desastre ecológico... Ahora, todos pagamos en forma de dinero público gastado innecesariamente y dolorosas picaduras. Y mucho me temo que lo seguiremos haciendo por bastante tiempo.

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