De vuelta a vivir al pueblo

Castiello de Jaca. La foto no es de este año, es de la nevada que cayó a finales de enero de 2010. A pesar del desmadre urbanístico que ha sufrido durante los últimos años, me sigue pareciendo un buen sitio  para vivir...
Hace unos días leí una noticia de El Mundo que hablaba de que en Castilla y León se ha duplicado el número de jóvenes que se han dado de alta como agricultores o ganaderos en 2012 respecto al año anterior. Han sido 1.007 valientes que se han hartado de no poder trabajar en otros sectores que hasta ahora se habían llevado a la gente del campo y la habían lanzado a poner ladrillos o hacer piezas para coches en una cadena de montaje: trabajos duros pero bien pagados en comparación con la, con perdón, mierda de renta agraria que se saca en España por trabajar a lomo caliente durante todo el año. Esos sectores ahora se debaten entre "EREs" temporales, concursos de acreedores y cierres de empresas que han llevado y siguen llevando a mucha gente al paro. Y, por fin, aunque a la fuerza, nos estamos dando cuenta de que quizás volver a las actividades tradicionales, a la casa de los padres o los abuelos en el pueblo, y vivir con un ritmo de vida mucho más simple y más sostenible a largo plazo es una buena solución.
Hay ejemplos de que se puede volver, como el de la recientemente fallecida Angelines Villacampa (La última alma de Susín), y de que se puede "ir", simplemente: ya os hablé alguna vez de Ferrán y Mireya de O Chardinet d'a Formiga (Charo, en el Bal de la Fueva) o de Juan y Concha de El Albergue de la Garcipollera (Villanovilla, en el Bal de la Garcipollera), echadle un ojo a las webs de sus alojamientos rurales. Pero hay otros ejemplos de que con imaginación y ganas de trabajar se puede uno dar vida lejos de la ciudad, como el de Francisco López, que hace unos años se lió la manta a la cabeza y decidió comprar y reconstruir Isín, un pequeño pueblo en el Bal de Acumuer, a 20 minutos en coche de Sabiñánigo. Isín había sido abandonado en los años 60 y Francisco lo ha convertido en un centro de vacaciones para gente con discapacidades. Este reportaje que os inserto lo emitió Aragón Televisión y muestra cómo ha salido adelante este ilusionante proyecto. Y sin esquiadores, oye... (ejem).

En otro programa de Aragón Televisión, Pequeños pero no invisibles, en el que cada semana nos enseñan dos pequeños pueblos de la comunidad autónoma, también van apareciendo ejemplos de lo que estoy contando. Aunque en muchas localidades sólo quedan ya abuelicos, hay algunas a donde ha llegado gente joven, hijos o nietos del pueblo o procedentes de otras tierras, que se están buscando la vida para ellos y sus familias y se la están devolviendo a los lugares donde se han establecido. Y otro programa de la cadena aragonesa, Tempero, también va mostrando cada siete días proyectos que se han puesto en marcha en muchos lugares basados en agricultura, ganadería y otras actividades tradicionales y que están generando riqueza de forma sostenible y a largo plazo y están fijando población y atrayendo nueva a muchos pueblos.
Yo tuve la suerte de vivir en Castejón de Sos (Bal de Benás, provincia de Huesca), entre los años 1996 y 1997. Allí aprendí a ser veterinario de vacuno y allí disfruté de una de las mejores épocas de mi vida. Tener la novia en Zaragoza me hizo volver a la urbe, ya se sabe que tiran más dos... (no termino el refrán). Conocí a una gente cojonuda, hice amigos que ahora veo poco pero sé que me durarán hasta que me muera y, sobre todo, viví como uno más. Saboreé lo que era conocer y que te conociese todo el pueblo, hablar con los paisanos de esto y lo otro, echar una caña o un café en el bar y no estar nunca a solas si no querías... Igual suena un poco cursi, pero me enamoré de Castejón de Sos y de cómo vive la gente allí. Ahora, casi 20 años después, sigo emocionándome cuando oigo cantar a La Ronda de Boltaña (aunque sea de Sobrarbe, es que en la Ribagorza no hay "conjunto" musical...) y sigo teniendo como proyecto vital terminar mis días en un sitio parecido y, ojo, no hablo de cuando me jubile sino de ir a buscarme las judías. Me vale cualquier rincón del Pirineo aragonés donde se siga viviendo apegado a la tierra y a las costumbres y donde, en lugar de perder el culo buscando turistas a cualquier precio, se sepan aprovechar los recursos para que renten y para que duren.

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